lunes, 18 de mayo de 2015

APUNTES ÉTICO POLÍTICOS. SOBRE LA FILANTROPÍA


La filantropía, el amor a la humanidad para promover su mejora, es una ideología ilustrada que de alguna manera tomó el relevo de la caritas cristiana adaptándola a los tiempos de la secularización. Supone la humanidad como un todo al hacerla a esta objeto preferente frente al resto de la naturaleza y al considerarla también como posible objeto de tratamiento y reforma. Para los filántropos lo esencial es la reforma de las costumbres y las relaciones en la creencia de que de estas dependen las cualidades morales y la forma de ser moral de las personas. En este punto dista mucho del cristianismo originario que entendía la mejora del hombre como resultado de la transformación interior personal, predominando esto sobre los efectos que pudieran tener las buenas acciones. Al ser bueno con el prójimo uno se hace mejor, con independencia de que eso haga mejor o no al prójimo, pues esto no depende de uno mismo, o al menos de forma decisiva. Pero la idea roussoniana en la que se basa la filantropía moderna y contemporánea, aun en nuestros días con nuevas caras, de que la mejora de la organización de la sociedad lleva consigo devolverle al hombre su buen corazón supone, como defendió Dostoievsky, tomar a la persona como un caso de una idea universal y que la acción política tiene por objeto en último extremo el corazón de la persona. Así uno de los grandes y macabros delirios de la filantropía contemporánea lo expresaba el Che Guevara cuando decía en serio que la finalidad de la revolución social es crear un “nuevo hombre”. El problema último de la ética práctica, la concordia entre uno mismo y su buen corazón, es en sí mismo independiente de la sociología y de la psicología, pues sólo depende de uno mismo. Esto cuesta de aceptar porque en el fondo es bastante angustioso. Tenía razón Maquiavelo cuando pensaba que la política nada tiene que decir respecto a la bondad moral de los hombres, aunque esto se halla tomado como si la política fuera inmune a las reglas morales y a los criterios de moralidad. Por eso por muy perfectas que sean las reformas y las transformaciones sociales esto no afecta al nudo de la libertad personal en el sentido moral, sino a las condiciones de vida colectivas y a las posibilidades del ejercicio de la propia libertad. Creo que se entiende fácilmente que estos principios elementales no desvirtúan el valor de la acción política y social, sino que la sitúan en su verdadera dimensión por la que puede ser útil y beneficiosa, es decir el cuidado de las relaciones sociales y el fortalecimiento y mejora de las instituciones colectivas. No se trata de hacer mejores a los hombres sino a sus instituciones, porque las personas sólo puede recurrir a estas, incluso cuando se proponen ser mejores.

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