jueves, 19 de septiembre de 2013

miércoles, 11 de septiembre de 2013

EL ARTE ANTE EL INFIERNO. EN RECUERDO DE G.STEINER


 Mathis Gothart Grünewald 022.jpg
"La cohabitación de lo radiante con la tortura, del esplendor con la abyección distinguen la percepción y la representación occidentales tras la vida y Pasión de Cristo de las de la Antigüedad".
( G.Steiner. Gramáticas de la creación).

miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL HAIKU Y LA FILOSOFÍA. EN RECUERDO DE K.LÖWITH.



Si abusivamente tomamos la licencia de considerar al Haiku y a la filosofía como la quintaesencia de Oriente y Occidente, o una parte de ellos, respectivamente, la diferencia entre ellos los separa y a la inversa.  El Haiku es un movimiento contractivo que resume la experiencia de la vida en la mínima imagen descriptible, trata de llevar esta experiencia a la expresión más densa y singular tal como se supone puede ser la unidad plenaria de la que emerge  el Big Bang. La Filosofía es un Haiku expansivo que al articularse especulativamente trata de abarcar la totalidad de la experiencia posible, y de legitimar esa experiencia. Ambos responden a una intuición originaria, lo que no significa que esta intuición brote de la nada o de la casualidad. La intuición del Haiku se basa en el sentimiento y en la confianza en la tradición. La intuición filosófica se apoya en el discurso racional, dándole alas, y en la desconfianza en la tradición, al menos en las creencias establecidas. Por muchas vueltas que le demos toda filosofía que alcance  un mínimo vuelo responde a una intuición inédita, de la misma forma que ocurre con el estilo de un artista. Por supuesto que la intuición filosófica no es gratuita, brota de la reflexión y el diálogo con una tradición compleja en la que se inserta y adquiere sentido. Guarda en ello una inevitable analogía con la intuición psicológica. Esta aparece como resultado de la actividad de todos los circuitos cerebrales  cuando algo obsesiona a la mente, actividad tanto más poderosa cuanto más se relaja y descansa la conciencia. A diferencia de la filosofía, el Haiku no puede concluirse en una sola fórmula, tiene que haber infinidad de Haikus porque las caras de la vida son infinitas e inagotables. En este punto se advierte la lejanía entre Oriente y Occidente. Los Haikus son como los guijarros, que en medio del río fluyente de la vida permiten atravesarlo y sostenerse sobre el mismo. De entre todos se eligen los más lisos, firmes y bellos porque no importa transitar de cualquier manera. El pensar occidental aspira a recoger del río todos los guijarros, ensamblarlos y modelarlos para construir una gran puente o una gran torre desde la que estar a cubierto de la corriente. También los Haikus están asociados a la caducidad y la ingravidez, cosa que expresa el hecho de que la flor del cerezo sea el símbolo del Japón y el prototipo real de todo Haiku. Pero  sería disparatado concluir que Oriente se relame inexorablemente en el gusto por la negación y la muerte. En el Japón tradicional al menos la nada, el no-ser, solo se entiende como el complemento de la experiencia concreta, como la parte de caducidad que la realza y permite que aparezca lo que es. No olvidemos que tan valiosa como la flor del cerezo es el cerezo que florece interminablemente. Por muchas vueltas que le demos el pensamiento oriental no es filosófico.  Extrapolamos gratuita nuestra mentalidad cuando hablamos de Filosofía oriental. Porque la Filosofía es un fenómeno culturalmente inédito, difícilmente trasladable. Su patria está más en lo por saber que en lo sabido. Sólo cuenta lo sabido como parte del esfuerzo para alcanzar lo por saber. Y desde la perspectiva de que lo sabido se ha de someter a lo por saber, lo sabido nunca se puede dar por definitivamente dado. Igual que lo definitivo está siempre por saber, lo importante queda siempre por hacer. El pensar oriental se toma a sí mismo como parte del saber  que culmina la arquitectura de la vida. Este saber hay que digerirlo y activarlo, pero nunca cuestionarlo, porque es intrínseco a la experiencia compartida. Cuestionarlo y criticarlo sería abandonarse al verdadero vacío, tornarse incapaz para vivir la inmensa paradoja por la que la vida se plenifica al diluirse. En Occidente tanto la analítica cartesiana y racionalista como la hermenéutica post fenomenológica coinciden en preterir la intuición, aunque por razones tal vez opuestas. La primera porque trata de reducir la intuición a la visión de lo más simple que puede captar la mente. Es decir la entiende al servicio de la descomposición y recomposición de la experiencia. La hermenéutica, porque toda intuición estaría conceptualizada y lingüísticamente reglamentada sería por eso impura y engañosa.  Pero este asunto merece mucha más reflexión. Baste este breve apunte para evidenciar las diferentes formas como se hace valer la naturaleza intuitiva del pensar humano.