Aunque la reforma del sistema
educativo sea impostergable, uno
de los daños colaterales de la reforma Wert es la postergación de la Filosofía
en el Bachillerato. Naturalmente este asunto resulta demasiado exquisito para
ser considerado en los debates de brocha gorda al uso, dirigidos a mantener el
prestigio de los principios más solemnes sobre la educación mientras ésta se arrastra por el polvo. Jugar con la
Filosofía al gato y al ratón es un hecho recurrente desde la implantación de la
LOGSE. Entonces se hicieron con la riendas del ministerio de Maravall equipos
de profesores universitarios de psicología y psicopedagogía dirigidos por A.
Marchesi, gurú de la reforma especialmente querido por las hornadas de profesores que se iniciaron con la LOGSE, quien como Aníbal con
Roma, tenía jurado odio eterno a la Filosofía. Se argüía que, a diferencia de
la Psicología, ciencia fetén sobre la conducta humana, la filosofía era una pseudociencia decrépita y desprestigiada. Naturalmente esto
lo pueden decir quienes estudian los aspectos de la filosofía que acreditan su
ignorancia de la filosofía. J.M. Aznar
repuso el desaguisado bien por convencimiento o bien por llevar la contraria a
su adversario. Zapatero tuvo la tentación de reducir la filosofía a escombros como
Cartago, pero esta sólo se salvó al injertarse en ella algo tan espectral como
la teoría sobre el espíritu cívico, quedando la actual fórmula, Filosofía y Ciudadanía.
Al final acabó pesando más el sueño de nuestro Akenaton postmoderno de educar a
los españoles en las “virtudes republicanas” cual Cicerón redivivo, que el
impulso a condenar el estudio de la filosofía por la presunta inutilidad de
esta. Supongo que algo tendría que ver el ministro Ángel Gabilondo en este
apaño que al menos alargó la vida de la Filosofía. Ahora con la reforma Wert parece
que la furia tecnocrática y el ansia de templar a los españoles en el ideal de
la competitividad a ultranza hacen de la filosofía una especie a extinguir sin
remisión. No es una buena noticia. La filosofía tiene una sólida presencia en
la educación cultural española, a diferencia por ejemplo del mundo anglosajón e
incluso los países nórdicos, y esto merece la pena aprovecharse. Con todos sus
defectos y su difícil encaje en un mundo abocado al especialismo y al
pragmatismo más ciego, la filosofía es el único oasis en el que los estudiantes
pueden hacerse una idea por somera que sea de lo que significa pensar, e
incluso hacerlo con un mínimo rigor. El único antídoto alternativo en
definitiva contra la tendencia implacable a fragmentar la imagen del mundo en
un caos de partículas dejadas a sí mismas. Precisamente cuando todo se
fragmenta hasta la extenuación y a la vez cada persona es más un átomo librado
al azar, un intento de saber, eso es la filosofía, que mide la relación entre
la integración y la diversificación, se hace más urgente aunque aparezca tanto
más inútil. Pero lo peor no es tanto la tendencia, lógica para los tiempos que
corren, de las altas esferas de ir suprimiendo esta incomodidad. Las nuevas
generaciones de profesores y estudiantes universitarios de Filosofía propenden
a especializarse en las tendencias postmodernas que hacen del cuestionamiento
de la filosofía, so capa de “pensamiento metafísico”, su obsesivo leit motiv.
En este ambiente la filosofía como intento de saber se reduce más bien a la interpretación
historicista de la historia de la filosofía. Predomina más la desintegración
conceptual que el intento , sospechoso de hacerlo, de integración como si toda
propuesta de saber careciera de sentido ante lo único aceptable, la
deconstrucción de toda aventura. La aspiración socrática a conocerse así mismo
autocuestionandose críticamente tiende a degradarse en lo que sería parecido al
proceder de la fieras que tienen que comerse sus miembros cuando son atrapadas
por un cepo. La prevención deconstructiva parece necesaria como remedio a las
ínfulas tradicionales de la filosofía como gran saber sistemático sobre lo
absoluto, pero es difícil que los burócratas que diseñan el sistema educativo
no interpreten esta inocente prueba de honestidad como la prueba definitiva de
la inutilidad de la filosofía, siendo por otra parte también impensable que los
jóvenes que acceden a la filosofía no se vean precipitados a las excitaciones
de un deporte de riesgo antes de saber los rudimentos de la escalada y la
natación. Una vez baje la adrenalina todo puede volverse banal sino te has
estrellado antes. Como le ocurrió al general romano Sila cuando Roma estaba
acometida críticamente por Mitridates en Atenas y trastocada por el demagogo
Cinna dentro de sus murallas, ahora la materia de la Filosofía se ve socavada tanto
desde fuera como desde dentro. Sólo que ahora no se ve la fuerza que pueda
tener la filosofía para salvarse.
Incorporo apuntes de Filosofía de primero y segundo de Bachillerato a palo seco que sólo tienen sentido como punto de arranque para comentar y dialogar, cosa que intenté en mis clases quizás con algo de voluntad y no mucho acierto. También introduzco comentarios y sugerencias más otoñales que primaverales por si hubiera algo que filosofar. La ilusión declina cuando se pasa del asombro a la perplejidad. Pero tal vez también el pensamiento escriba recto con reglones torcidos.
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Describes en tu artículo los avatares por los que ha pasado y está pasando la enseñanza de la filosofía en nuestro país, así como los poderes o tendencias que la ponen en peligro y la necesidad de su mantenimiento en el sistema educativo. Hablar de salvación es completamente adecuado, tal como explicas ya ha estado en estos últimos años en un tris de ser defenestrada y en la actualidad, según los planes del ministro Wert, la cosa va a empeorar notablemente. Los profesores de filosofía seran cada vez más reducidos a la función de formadores cívicos de los alumnos de la eso y la tarea de dotar a estos alumnos de medios intelectuales para que puedan pensar por sí mismos en libertad y con rigor será sutilmente, como ya lo está siendo, abandonada. Son demasiado fuertes los poderes que mueven estas tendencias y no sé si lo único que cabe es un milagro, en este caso todavía más difícil que en tesituras anteriores. Quizá de momento lo único que realmente impide la simple supresión es la existencia de muchos profesores de filosofía funcionarios en activo, quizá sólo sea cuestión de esperar que pasen unos pocos años y las bajas por jubilación mermen el colectivo y permitan una reasignación de funciones o que las nuevas normas que obligan a dar materias "afines" se generalicen.
ResponderEliminarExcelente artículo, Miguel Ángel. Enhorabuena por tus blogs