miércoles, 13 de febrero de 2013

LA NATURALEZA Y LA CULTURA. TEORÍAS FILOSÓFICAS.





Las diferentes teorías filosóficas sobre la naturaleza y la cultura  se dividen entre las que sostienen que la cultura es la genuina expresión de la naturaleza humana y las que por el contrario piensan que la cultura es una construcción humana en oposición a la naturaleza y tiene una función represora de las inclinaciones naturales. En la primera perspectiva tenemos a  Platón, Aristóteles o Hegel, en la segunda, los sofistas, Rousseau, Nietzsche, Freud entre muchos otros.

Los sofistas resaltaron el carácter convencional de las normas culturales frente a los deseos e impulsos naturales. Las normas morales y legales expresan en todas las culturas la conveniencia de reprimir y controlar los dos impulsos naturales básicos: el deseo de placer y el deseo de poder. Su conclusión es que las normas culturales son contrarias a los dictados o tendencias de la naturaleza y que los individuos más fuertes deben guiarse por los impulsos naturales.

Platón ve la cultura como el fruto del amor por el que hombre es atraído a lo más bello, bueno e inmortal, de tal modo que el hombre crea la cultura para satisfacer su deseo de eternidad y de perfección en un esfuerzo por el que se va liberando de lo sensible, imperfecto y pasajero. La cultura expresada fundamentalmente en la sabiduría y las artes y en general en todos los productos espirituales debidos al uso de la inteligencia y la razón es así algo duradero y permanente que acerca al ser humano a la eternidad y la perfección.

Aristóteles resalta que el ser humano es social y cultural por naturaleza. Y que eso es así lo manifiesta que el ser humano está dotado  naturalmente del lenguaje y del sentido de lo justo, elementos esenciales de la realidad social y cultural, y la naturaleza no obra en vano.

Rousseau uno de los principales representantes de la Ilustración entendía que el hombre era por naturaleza un ser solitario y libre dedicado únicamente  a auto conservarse satisfaciendo sus necesidades elementales de alimento, descanso y reproducción, gozando de su libertad y ocio y sin otro sentimiento que la compasión por el dolor de sus semejantes. La cultura es producto de las relaciones sociales que el hombre entabla también por necesidad. Con la cultura el hombre desarrolla sus facultades y su poder pero también sus vicios y su egoísmo y con ello la desigualdad con sus semejantes. Como a pesar de sus desventajas no podemos renunciar a la cultura el hombre tiene que tratar de reconciliar la naturaleza y la cultura creando una cultura lo más cercana y respetuosa de los impulsos naturales del hombre a través de la educación.

Hegel, principal representante del idealismo alemán del siglo XIX entiende que la cultura es el producto constante del desarrollo del espíritu y la conciencia humana. Toda la realidad  humana, desde el deseo y las costumbre hasta la ciencia el conocimiento son formas graduales del desarrollo de la conciencia humana, esto es cultura. La cultura es desde esta perspectiva la forma concreta que alcanza el desarrollo de la conciencia humana, la conciencia que tiene la humanidad de sí misma. Para Hegel la conciencia humana evoluciona constantemente al reconocer lo que hay de creación humana en todos los productos que tomamos como algo ajeno y natural. La historia de la humanidad es el camino a la plena autoconciencia de la humanidad.

Para Nietzsche la cultura es una sublimación de los impulsos y tendencias sensibles y vitales  que se engloban como voluntad de poder. La cultura de masas predominante trata de darle al hombre protección y seguridad ante el temor a la vida, ideando valores eternos cuyo esfuerzo de consecución  consuela al hombre  por el sacrificio de sus deseos y apetencias. Propugna frente a ello la cultura aristocrática  del “superhombre” basada en la autosuperación individual y la creación de nuevos valores vitales y la crítica y superación de los valores tradicionales.

En  semejante perspectiva Freud entiende que la cultura surge como sublimación de los que, según este autor, son los impulsos básicos del hombre, el impulso sexual y el impulso de muerte, regidos por el principio de placer y la agresión y destrucción respectivamente. La cultura es una creación social con la que el principio de placer se adecua al principio de realidad, es decir los deseos e impulsos individuales se adecuan a  las necesidades sociales de convivencia. La cultura tiene así una función represora por la que se controlan las tendencias indivualistas y antisociales naturales, pero también consoladora y compensatoria por la que los individuos se sienten satisfechos aun renunciando a sus impulsos inconscientes al conseguir metas alabadas socialmente.


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