1.-El sentido de la filosofía.
La filosofía nace de la necesidad que tiene el hombre de tener “una
orientación radical” en su vida,
dirigiendo esta necesidad hacia la búsqueda
radical de la verdad con la luz
de la razón. El proceder filosófico se caracteriza por la autonomía y la pantonomía. Es autónomo por cuanto pretende no dar
ningún saber o idea por supuesto, ni sigue reglas externas al puro razonar provenientes de otros saberes. La pantonomía
significa que se ocupa de la totalidad de lo real, no de una región o parcela
particular, buscando una comprensión global sin supuesto alguno.
El asunto fundamental de la filosofía es “la realidad radical”,
llamada así porque en ella se fundan, “radican”, todos los demás aspectos de la
realidad. Las principales corrientes
tradicionales se han equivocado en este punto esencial. El realismo, predominante en la filosofía
antigua y medieval, ha tenido por tal la realidad externa a nuestra mente,
equivocándose al suponer que podemos reflejarla independiente del sujeto que la
conoce, de cómo la representamos. El mundo moderno es esencialmente idealista. Toma el yo como realidad
radical y fundamento de todo considerando el mundo externo al sujeto como una
mera imagen o representación. Mientras el realismo se confunde al tomar lo real
como algo ajeno al conocer, el idealismo desconoce que el sujeto (yo mismo) es
parte del mundo y no se puede concebir sino en su relación con el mundo.
Para Ortega la realidad radical
no puede ser otra cosa que la vida,
en el sentido de la vida que vivimos, nuestra biografía, “mi vida” y “nuestra vida”, ya que sólo a partir de ella
se puede establecer lo que tiene sentido y lo que carece de él. Cualquier
saber, actividad, producto, incluso nuestro cuerpo, tiene el valor que le damos
en relación con “nuestra vida”.
Ortega se distancia de la concepción biologista de la vida, pero
también de la concepción vitalista tradicional que tiende a concebir la vida
como las inclinaciones y tendencias que sobrepasan al individuo. Por el
contrario la vida es algo radicalmente personal y concreto, la vida siempre es
mi vida. Pero además no podemos comprender nuestra vida sin la razón que la
hace comprensible.
2.-La vida como realidad
radical.
La filosofía se ha de preocupar por encima de todo en esclarecer las
principales características de aquello en lo que consiste “nuestra vida”. Es
preciso evitar de partida de los más diversos prejuicios que tenemos y
atenernos a la experiencia original, la evidencia inmediata que tenemos de las
cosas y de nosotros mismos, tal como
hace la fenomenología. Lo que destaca por encima de todo es que la vida es una interacción exclusiva para cada uno
entre yo y el mundo. Igual que el mundo no se puede concebir al margen del
hombre, tal como defiende el idealismo, tampoco cabe entender el yo como algo
independiente y autosuficiente que construye el mundo por sí mismo. El yo no es
una conciencia autista, sino un sujeto vertido hacia el mundo, mientras que el
mundo no es sólo el escenario en el que yo actúo sino el resultado de lo que
hago, las posibilidades y tareas que se me ofrecen. Por dice que “yo soy yo y mi circunstancia”, de la
misma manera que el dato radical de la
vida es “la coexistencia de mí con las
cosas”: “ser significa “vivir”-por tanto-, intimidad consigo y con las cosas”.
Vivir es tratar con el mundo y dar cuenta de él, no de un modo
intelectual, sino de un modo concreto y pleno. “Es encontrarse a sí mismo en el
mundo ocupado con las cosas y seres y del mundo”.
Como principio general vivir es estar en un constante quehacer que revierte sobre nosotros mismos, “la vida
es lo que somos y lo que hacemos: es pues de todas la cosas la más próxima a
cada cual” .Estamos inmersos en un
quehacer en el que nos hacemos a nosotros mismos. Aunque estemos parados nos
estamos haciendo de una determinada manera. Lo propio de este quehacer es ocuparnos
con las cosas, resolver lo problemas que nos plantea la realidad y
acogernos a sus posibilidades, sean teóricas o pragmáticas. Por ese quehacer el
mundo se convierte en algo con sentido,
lo que existe tiene valor en la medida
que lo hacemos nuestro y asumimos su significado.
Desde este punto de partida se destacan las características estructurales de la vida:
- Vivir es sentirse viviendo, verse a sí mismo y darnos cuenta de lo que
hacemos. “Vivir es esa realidad extraña, única que tiene el privilegio de
existir para sí misma”.La auto evidencia y transparencia es parte
imprescindible de nuestra vida: “porque vivir es saber lo que hacemos..”. “La
vida es saber, es evidencial” en cuanto
que no podemos ocuparnos de las cosas sin darnos cuenta de lo que hacemos. En
la medida que nuestro quehacer se
muestra transparente a nuestra conciencia, nos damos cuenta de nosotros mismos.
Somos en definitiva conscientes porque actuamos, porque nos ocupamos de las
cosas.
-“Vivir es encontrarse en el mundo” encontrarnos
ante unas circunstancias que no podemos dejar de lado. “Todo vivir es
encontrarse con lo otro que es uno
mismo, todo vivir es convivir con una circunstancia”. El mundo son el conjunto
de circunstancias con las que convivimos, lo que en cierta manera nos está
destinado, sin que nunca podamos
prescindir de ello. Por eso nuestras circunstancias nos afectan, no
podemos tratarlas como realidades neutras. Tenemos asi un vínculo sentimental
con el mundo,“el mundo en que al vivir nos encontramos se compone de cosas
agradables y desagradables, atroces y benévolas, favores y peligros…Mundo es sensu stricto lo que nos afecta”. -
-Vivir es tener que actuar libremente. Estamos obligados a ser libres no
tanto porque tengamos que escoger constantemente entre diferentes alternativas
sino por la razón más profunda de que lo que podemos ser depende exclusivamente
de nosotros y no podemos sustraernos a tener que hacernos a nosotros mismos.
“Vida es, pues, la libertad en la
fatalidad y la fatalidad en la
libertad”.
Se sigue que nuestra vida depende de nosotros, del proyecto
en el que anticipamos lo que decidimos ser. Nuestras elecciones y decisiones
sólo tienen sentido como parte de un proyecto según el cual nos hacemos mismos,
proyecto inconsumable, pues entonces dejaría de ser tal, pero siempre abierto
según las circunstancias y realizaciones de nuestra vida. “Ya no nos
contentaremos con decir, como al principio: vida es lo que hacemos, es el
conjunto de nuestras ocupaciones con las cosas del mundo, porque hemos
advertido que todo ese hacer y esas ocupaciones no nos viene automáticamente,
mecánicamente impuestas, como el repertorio de discos al gramófono, sino que
son decididas por nosotros…” El gran hecho fundamental.<es>: vivir es
constantemente decidir lo que vamos a ser.”.
- Vivir es futurizar, proyectarse hacia el futuro,
consecuentemente con el hecho de que nuestra vida es un proyecto, un constante
hacerse que nunca está acabado, sino en cierta manera siempre
por-hacer.. El “futuro” es el tiempo fundamental del vivir. Lo que hacemos
ahora sólo tiene valor en tanto que sirve para el futuro. El pasado sólo tiene
valor en la medida que lo asumimos para construir el futuro.. “Si nuestra vida consiste en decidir
lo que vamos a ser , quiere decirse que en la raíz misma de nuestra vida hay un
atributo temporal: decidir lo que vamos
a ser- por tanto, el futuro-“…”La vida es futurición, es aún lo que no es”.
2.-El ratio vitalismo.
La filosofía de Ortega comparte la crítica de la filosofía
contemporánea a los ideales racionalistas propios del pensamiento moderno e
ilustrado, cuya mayor expresión es el racionalismo de Descartes y el idealismo
trascendental de Kant. Se les reprocha que conciban la razón de una manera
abstracta y universal como si fuera eternamente la misma y funcionase con
independencia de la vida y las circunstancias. Se discute también que la
racionalidad sea la condición exclusiva del hombre y el centro de la persona.
Siendo para Ortega la “realidad radical” la vida, es preciso replantear la
forma de entender la razón y la relación
mutua entre la razón y la vida. Critica Ortega la idea tradicional desde los griegos hasta
Kant, según él, que reduce ésta a una
mera capacidad teórica y contemplativa, empeñado sólo en el conocimiento
abstracto. Pero esto es sólo una parte de la razón, su función principal es comprender
la vida y lo que somos, comprender la realidad a partir de las necesidades de
nuestra vida. La razón es así en cierta manera un instrumento de
nuestro quehacer vital y en cierta manera
el faro que ilumina el norte de lo
que hacemos. Lejos del irracionalismo Ortega apuesta por la
preponderancia de la razón como guía de la actividad y del comprender, pero
siempre y cuando se la entiende fusionada con la vida y como parte de la vida.
De esta manera la razón tampoco es una capacidad uniforme e igual para
todos, según el modelo de la matemáticas o la física, se entrelaza con nuestros
sentimientos y afectos, en suma con nuestros intereses vitales, buscamos
comprender lo que nos motiva.
La razón es por ello eminentemente razón-vital. El sistema filosófico de Ortega es el ratio-vitalismo, la defensa de la
interdependencia entre la razón y la
vida, entendiendo que el yo no es sólo
pensamiento, sino alguien que piensa en unas determinadas circunstancias y
conforme a unos proyectos. Es decir buscando una “orientación radical”. El tema
de la razón es la vida, porque esta es la realidad radical anterior al
pensamiento, pero como se ha visto, la vida no es un complejo de instintos o
necesidades orgánicas (biológicas), sino nuestra biografía, nuestros intereses,
ocupaciones , afectos y valores, en suma el quehacer de hacernos a nosotros
mismos
La razón vital se manifiesta en dos direcciones básicas: el
perspectivismo y la historicidad. Es así razón
perspectivista y razón histórica.
-El perspectivismo:
De acuerdo con el ratio
vitalismo no se puede entender al hombre como un sujeto puro que se enfrenta
al mundo como si este se presentara igual para todos. Cada hombre es un sujeto
pero unido indisociablemente a unas circunstancias concretas, las suyas y no
las de otro. “Yo soy yo y mis
circunstancias”, el mundo que me rodea no es algo que está ahí como si yo
no existiera, pero tampoco yo existo como si el mundo fuera algo accidental
para mí. Mi biografía no se puede comprender sino en relación con las circunstancias que forman
parte de mí y que por decirlo así llevo dentro de mí.
Por su parte el mundo tiene infinidad de facetas y sólo algunas se
presentan al individuo. Cada persona en función de sus circunstancias ocupa una
posición única e irrepetible, en virtud de la cual tiene y se forma una perspectiva diferente de
la realidad. Tal perspectiva depende en lo fundamental de la forma como cada
uno se siente afectado por la realidad, es una perspectiva esencialmente
valorativa indisociable de la forma como conozco las cosas. No hay así una
realidad y múltiples perspectivas parciales de la misma, sino que la realidad
son la totalidad de las perspectivas.
Si bien cada perspectiva es exclusiva y no se puede intercambiar, el
hombre en tanto que se dirige al realidad de forma radical trata de ampliar su
perspectiva y aspira idealmente a una perspectiva total de la realidad. El
ideal humano del conocimiento es ponerse a ver el mundo como si fuera un espectador:
alguien que en sus circunstancias tiene una posición privilegiada para comprender la realidad.
-La razón histórica y la
historia.
La razón vital es también y esencialmente una razón histórica porque la
perspectiva personal se inscribe en una perspectiva colectiva de carácter
histórico. Ortega subraya que el hombre no es naturaleza, no está determinado
por las fuerzas naturales incluida su biología, sino historia: depende de las
iniciativas y tradiciones que construyen las generaciones humanas. Igual que la
vida personal está siempre por hacer, tampoco está hecha y acabada la vida
colectiva, esta se está haciendo y está por hacer. “Lo que la naturaleza es para
las cosas, lo es la historia para las personas”. Consecuencia necesaria del
perspectivismo es que mi perspectiva es fruto de una conciencia en una
circunstancia histórica determinada.
La clave de la historia, según Ortega, es el cambio generacional, la
sucesión tensa y conflictiva de las generaciones. Los individuos se agrupan en generaciones
cuyo rasgo esencial es compartir una sensibilidad especial que las diferencia
entre sí. Tal sensibilidad se refiere a los valores, ideas y creencias con las
que se aprecia y forma una perspectiva colectiva del mundo. En cada momento
histórico coinciden tres generaciones, entre las que la más joven tiende a
aportar una nueva sensibilidad promoviendo nuevos horizontes vitales.
La vida concreta colectiva se basa en una mezcla de tensión y
colaboración entre el individuo y la sociedad. La sociedad aporta posibilidades para la realización de los
individuos pero también tiende de a coartar sus iniciativas. El individuo se ve
en la necesidad de partir de los usos sociales para hacer su vida sin reducirse
a seguirlos, creando sus propias posibilidades.
La mentalidad y sensibilidad colectiva es una mezcla de creencias
e ideas.
Las creencias nos vienen dadas y
están establecidas a modo de tradición, son el suelo en el que se arraiga
nuestra vida. Las tenemos como algo en lo que estamos prácticamente sin reparar
en ellas pero usándolas constantemente. Las ideas son el modo de ver las
cosas que creamos o formamos
personalmente por propia iniciativa y que son la guía fundamental de
nuestra vida. Las creencias nos hacen, con las ideas nos hacemos.
La marcha concreta de la sociedad
depende de la relación entre las minorías y las masas. Mientras las
masas están limitadas al horizonte de las creencias, las minorías tienen la
posibilidad y responsabilidad de generar las ideas que hagan progresar la
sociedad. Su falta de liderazgo y la preponderancia de las masas conducen a la
decadencia de la sociedad.
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