D. Hume (1711-76)
sigue y lleva hasta sus últimas consecuencias el programa empirista de análisis
crítico del conocimiento iniciado por J. Locke. Planteaba éste examinar los
límites y posibilidades del conocimiento humano, siguiendo el principio de no
aceptar como verdaderas más que aquellas ideas o contenidos mentales que
procedan de la experiencia de manera inmediata o a través de otros contenidos
de la experiencia. El empirismo parte de los siguientes supuestos o planteamientos
esenciales:
-Que todo
conocimiento objetivo proviene de la experiencia, entendiendo por esta los
datos, impresiones o sensaciones que nos aportan los sentidos. Para el
empirismo la percepción viene a reducirse a la sensibilidad.
-Que las ideas o
contenidos mentales que tenemos de las cosas, sean abstractas o concretas
provienen de la asociación automática de
las sensaciones o impresiones sensibles originales. Sólo son validas aquellas
ideas que tengan por origen primeras impresiones procedentes de la experiencia.
-Que la mente no construye el conocimiento sino
que se limita a recibir y recoger las sensaciones a modo de una “tabla en
blanco”.
-Que el origen de nuestras percepciones o
sensaciones son las cosas externas.
<Nótese las
divergencias entre el planteamiento empirista y el racionalista. Mientras para
estos sólo son ciertas las ideas originadas en la mente, para los empiristas
estas son confusas y sólo son ciertas las percepciones sensibles. Mientras para
el racionalismo la mente es constructiva y activa, para el empirismo es pasiva
y receptiva. Mientras para el racionalismo el fundamento de nuestro
conocimiento es a priori, para el empirismo sólo es a posteriori.>
Ya G. Berkeley había
argumentado que el supuesto de la
realidad exterior como fuente de nuestras percepciones era incompatible con los primeros puntos y que por tanto era
algo indemostrable. El mismo Locke tuvo que admitir esto en parte al no poder
demostrar la idea de sustancia. Tampoco era posible sostener la idea de que la
mente es completamente pasiva en la producción de ideas, sino se quiere
rechazar la posibilidad del conocimiento objetivo.
D. Hume aborda el
análisis crítico del conocimiento humano situándole en el contexto de un
estudio global de “la naturaleza humana”, buscando no sólo propuestas
cognitivas válidas para la ciencia sino sobre todo propuestas morales para
dirigir la vida. Pero el núcleo de su estudio tiene que ver con las
posibilidades y límites del conocimiento humano.
Empieza distinguiendo
entre impresiones e ideas.
Las primeras son las sensaciones o percepciones aparentemente provenientes de
las cualidades sensibles de la realidad.
Se distinguen por “su fuerza y violencia” (se nos imponen indudablemente). Unas
son sensaciones, las que proviene de los sentidos y otras las emociones o
pasiones que son internas y se deben a la reflexión. Las ideas son más débiles
a modo de imágenes atenuadas de las impresiones, como los recuerdos de las
cosas.
Todos los contenidos
mentales pueden ser simples o complejos según correspondan a una sola impresión
o sean la reunión de varias impresiones. Así las ideas abstractas serían la
asociación de múltiples impresiones. D. Hume admite el papel activo de la mente
mediante la memoria que reproduce las impresiones según cierto orden y la
imaginación que transforma las impresiones originales para crear ideas
inéditas. Pero en general para determinar la objetividad del conocimiento sólo
vale el principio de admitir exclusivamente las ideas que provienen de
impresiones por la asociación de
éstas. Así “todas nuestras ideas simples
<y por tanto también complejas>
derivan de impresiones simples, que se corresponden a ellas y a las que
representan exactamente”. Las denominadas ideas abstractas sólo tienen
validez como reproducción de ideas simples. Las principales relaciones de
asociación son: la contigüidad,( la proximidad en el espacio y el tiempo), la
semejanza y la relación de causa y efecto.
¿Qué verdades podemos
afirmar según este planteamiento?.
D. Hume al igual
que G. Leibniz distingue entre
verdades de razón y verdades de hecho.
Las verdades de razón corresponden a las proposiciones
analíticas, es decir aquellas en las que términos se relacionan
por su significado como las de la lógica
o las matemáticas. Su verdad depende de la definición de los términos de
acuerdo con el principio de no contradicción y su opuesto es imposible; estas
verdades son a priori, provienen exclusivamente de la razón. Las proposiciones
sintéticas o cuestiones de hecho
provienen de la experiencia y su contrario es posible. Estas verdades son a
posteriori, debidas a la experiencia.
Hume examina las
principales categorías en las que se
basan nuestras ideas básicas sobre la realidad y nosotros mismos para
determinar si están justificadas. El análisis fundamental se centra en la idea
de causalidad, en la relación de
causa y efecto, pues de esta idea depende tanto la posibilidad de la ciencia
como conocimiento objetivo, como nuestras experiencias cotidianas sobre la realidad. En el fondo
también las ideas del yo, del mundo y de Dios dependen de la validez de esta
noción.
La idea de causa y efecto consisten en la conexión
necesaria entre todos los fenómenos, de modo que todo fenómeno o hecho depende
de otro según una conexión o regla necesaria. Así todo hecho sería efecto de
otro anterior que lo causaría de forma necesaria. Pero para Hume estas idea no
puede ser ni una proposición analítica ni una cuestión de hecho, por lo que no
es válida. No es una proposición analítica porque en la idea de un fenómeno
determinado (por ejemplo el fuego de una cocina de gas) no está contenida la
idea del agua hirviendo. De todos los hechos de la naturaleza, sólo a los
cuales se aplica la idea de causa-efecto, se puede decir lo mismo. Tampoco es
una cuestión de hecho pues la experiencia sólo nos muestra que a un hecho (el
fuego de la cocina) le sigue otro (el agua hirviendo después de ponerla al
fuego) pero no muestra que eso sea de forma necesaria. Nada podemos decir antes
de que ocurra, ni cuando ocurre podemos decir que no podría haber sido de otra
manera. Generalizando hay que decir que la experiencia sólo nos muestra que
existe una sucesión entre los
fenómenos pero no que la relación entre el fenómeno antecedente y el
consecuente obedezca a una regla
necesaria. Nos dice lo que ha sido pero no lo que tiene que ser. Llevado a su extremo, la crítica de la
causalidad lleva a descartar la ciencia
como conocimiento necesario. En la naturaleza no hay leyes necesarias sino regularidades y probabilidades, por lo que las proposiciones científicas son generalizaciones aproximadas,
informaciones de los hechos y previsiones plausibles. Tampoco la inducción pese a ser el método más
valido, pues se debe a la experiencia y la observación, está justificada
plenamente ya que no hay ninguna garantía de que lo que vale para algunos casos tenga que
valer para todo el conjunto. Es más razonable fiarse de que se cumplirán las
previsiones que hasta ahora se han cumplido, pero sin darle a ello certeza
absoluta.
¿Pero
si tanto la ciencia como la experiencia
cotidiana se basan en la idea de la
causalidad y ésta es tan poco firme a que se debe esta creencia tan arraigada?,
¿Cómo es que la naturaleza funciona como si obedeciera al principio de
causalidad?. Hume lo explica por las
características de la naturaleza humana que se atiene preferentemente a lo que
funciona según el hábito y la costumbre. Elevamos a la categoría de
verdad y de necesidad lo que aceptamos por costumbre, seleccionamos como
relación necesaria entre aquellos fenómenos que se suceden los que sintonizan
mejor con nuestras necesidades prácticas, damos por bueno que lo que ha sido
así lo seguirá siendo. Esto facilita una mayor comodidad práctica, nos ayuda en
nuestra vida, pero crea el espejismo de que disponemos de un conocimiento infalible.
La crítica de Hume se
extiende a la idea de sustancia en
sus diferentes acepciones: el mundo
externo, Dios y el yo.
La idea de sustancia en general se refiere a algo
permanente y determinante que subsiste a los diferentes cambios y que está por
debajo de las cualidades o propiedades de las cosas. Sin embargo carecemos de
impresión sensible alguna de ello, sólo tenemos percepción de cualidades
distintas que relacionamos entre sí atribuyéndolas a un objeto que las
englobaría. Pero más allá de esas cualidades percibidas no tenemos idea cierta
de nada, no tenemos percepción alguna de ese algo que las contendría, tal como ya había analizado Locke. La
asociación de estas cualidades constituyendo un objeto es cosa de la costumbre , basada en el automatismo de
la asociación de las sensaciones, pero no de ninguna percepción sobre algo real
que las articule.
Tampoco tenemos
prueba alguna de que nuestras percepciones de las cosas que son una
representación de estas provengan y
vengan causadas por objetos reales externos a las mismas y que existen con
independencia de ellas. La creencia en el mundo
externo tampoco se sostiene rigurosamente.
¿Nos podemos refugiar
en el yo o en Dios?.
La idea de Dios es la
de un ser dotado de una fuerza o principio activo que produce la realidad. Pero
si no tenemos sensación alguna que dé cuenta de la causalidad entre los fenómenos menos aun la
tenemos de un poder causal que estaría
por encima de ellos, ni por tanto de ningún ser que tuviera ese poder.
Lo más problemático
por sus consecuencias es la crítica de la idea del yo o de la conciencia.
Frente a lo que todos suponemos, incluso el racionalismo, no es tan claro que
tengamos una percepción interior del yo como tal. Percibimos vivencias diversas
unidas a la idea del yo, yo pienso esto, yo quiero aquello, yo recuerdo eso, yo
hago lo otro..etc, pero no percibimos el
yo como tal, es decir la de una sustancia espiritual y consciente o alma que
sería el centro y el molde donde estaría
nuestras ideas, sensaciones, sentimientos..etc. Esa idea es pues una suposición
con la que unimos y asociamos
sensaciones internas distintas, de modo que el yo no es una sustancia sino en
realidad como el lazo de un ramillete de flores. Ocurre lo mismo en el plano
interior de la conciencia como en el exterior de los fenómenos naturales.
Suponemos el yo como suponemos la existencia de la naturaleza que da unidad a
todos los fenómenos como si estas fueran partes de un todo que las engloba,
aunque sólo conocemos y podemos conocer fenómenos aislados. También es la
costumbre, más concretamente la memoria en base a la contigüidad, semejanza
entre los fenómenos y la causalidad entre estos, lo que promueve esa suposición
de una identidad personal permanente y acabada en lo fundamental por la que
nuestra vida adquiere continuidad y coherencia. El empirismo de Hume conduce de
esta manera a cuestionar la idea tradicional del alma que todavía persistía en
la filosofía de Descartes (como sustancia pensante) para sustituirla por la
idea de mente como conjunto de vivencias que percibimos internamente (por
introspección).
La filosofía de Hume
extrema los principios empiristas hasta tal punto que se aboca al aborde del
escepticismo y del relativismo cognitivo que pone en cuestión la posibilidad de
la ciencia. Hume es consciente de estas dificultades y aboga por respetar la
experiencia como fuente de conocimiento pero sin confiarse en sus resultados
definitivamente. Es un escepticismo
pragmático y moderado que ha de prevenirnos contra los excesos de la
especulación e incentivar la búsqueda de
mejores razones basadas en la experiencia para mejorar lo que funciona. No
significa esto llevar el escepticismo a la vida práctica sino contar en esta
siempre con la guía de la convención y
la costumbre frente a la creencia de
que los motivos de nuestros actos son
verdades inexcusables.
La ética de Hume se
distancia tanto del naturalismo tradicional como del intelectualismo moral.
Frente a ambos defiende que la razón no puede entender de la moralidad de los
juicios y de los actos humanos pues las
proposiciones morales no son cuestiones de hecho, no describen la
realidad, sino relaciones de valor
por las que estimamos lo que habría que hacer o lo que es bueno. Esto no se
sigue de lo que ocurre realmente, por lo que la razón, que sólo comprende las
relaciones entre los hechos o entre ideas, nada tiene que decir.
¿En que se funda la
voluntad para actuar moralmente? ¿Cuál es el fundamento de los juicios morales
y por ende de la moralidad?. ¿Cómo detectamos lo bueno y lo malo?. Consecuentemente
con su desconfianza en la razón, Hume entiende que los motivos fundamentales de
la conducta humana son las pasiones, las emociones y sentimientos, ligados al
placer y al dolor, pero no la razón. Hacemos lo que nos procura placer,
rechazamos lo que nos causa dolor. Pero la moralidad es la conducta que tiene
en cuenta también el bien ajeno. Su fundamento es el sentimiento moral consistente en el sentimiento desinteresado de
altruismo que nos permite estimar
no sólo lo que es conveniente para uno mismo sino lo que es útil y
conveniente para los demás. Ese sentimiento desinteresado refleja la unidad de
la naturaleza humana, de acuerdo con lo que
sentimos simpatía por lo que
es placentero para uno mismo y los demás y
pena por lo doloroso. Según Hume la simpatía por los demás cuando sufren
dolor nos lleva además a tener en cuenta la felicidad general, o de la mayoría,
inclinándonos por aceptar lo que es útil
para todos o la mayoría y rechazar lo perjudicial. Hume cree de esta manera evitar la caída en el subjetivismo y el
relativismo moral a lo que conduce atenerse exclusivamente al sentimiento
personal. Pero que todos coincidamos en unos sentimientos similares por
compartir la misma naturaleza humana es un supuesto difícil de justificar por
la experiencia.
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