sábado, 16 de febrero de 2013

ÉTICA Y FILOSOFÍA MORAL




 
                                                            



I. BREVE PANORAMA DE LA HISTORIA DE LA ÉTICA.

Origen histórico.

La ética es una reflexión filosófica sobre la vida y las relaciones humanas desde el punto de vista del bien y del mal. Como parte de ello se ocupa de los problemas, valores y costumbres morales, indagando su fundamento y justificación.
La ética surgió en Grecia como parte especial del proceso que tiene lugar con el nacimiento de la filosofía en el siglo VI a.c. Creció fundamentalmente en Atenas en el clima intelectual propio de la democracia, formula política original de la polis griega y especialmente ateniense. Antes de ello, cuando nació la filosofía, fue un aspecto de la preocupación filosófica centrada en la naturaleza. Por ejemplo Pitágoras, Heráclito o Empédocles, ligaban los temas morales al logro de la sabiduría.
La preocupación por la filosofía  especialmente la ética creció al amparo de los debates públicos que protagonizaban en el “Agora”  de Atenas los ciudadanos, y está asociada a la formación de la idea de ciudadanía, por la que el hombre se ha de hacer responsable de los asuntos comunes.
Los sofistas, pensadores dedicados a la enseñanza por libre, fueron los primeros que trataron los problemas éticos, es decir la justificación de las costumbres y reglas morales, al advertir la diferencia entre el orden de la naturaleza y el orden social, basado según ellos en las  convenciones. Defendieron la actitud crítica ante las opiniones y creencias establecidas, para hacernos una opinión propia lo más razonada y argumentada posible, cosa que debía valer especialmente para convencer en los debates públicos. Tendieron a relativizar  la verdad, los valores y normas morales, siempre en el marco de una actitud abierta ante los asuntos humanos que les condujo a tener problemas con la gente.
Sócrates.
Creció y prosperó intelectualmente entre los sofistas, pero se enfrentó a estos en aspectos decisivos. Llegó a ser el personaje más importante, o al menos el más famoso de Atenas, y es reconocido en buena parte como el “descubridor” de la ética y en especial de la conciencia moral que entendía como centro y fundamento de la personalidad humana. Se dedicó a la filosofía y la ética, sin escribir nada, sino dialogando en los lugares públicos. Su muerte trágica e injusta lo ha convertido en “mártir” de la filosofía.Combatió especialmente el relativismo sofista y reivindicó la conciencia moral y la objetividad de los valores morales como la guía que da sentido al hombre. Hizo especial hincapié en el diálogo como método para descubrir la verdad y sobre todo darnos cuenta de la fuerza de nuestros errores, única manera de ser mejores

La ética griega.
Se distinguen dos grandes períodos:

1º.Clásico, dominado por las figuras gigantescas de Platón y Aristóteles. La ética atiende al ideal del perfeccionamiento del hombre, desarrollando especialmente su razón y adquiriendo armonía con la naturaleza por medio del conocimiento y la verdad. El logro de esta meta estaba asociado a la mejora moral y cultural de la sociedad (cuya expresión más adecuada creían que era la polis). De ahí el empeño que tuvieron, especialmente en el caso de Platón, de aunar el bien personal con la justicia y la educación común.

2º.Helenístico. Corresponde a la desaparición de la polis como forma social predominante y a su progresiva sustitución por un orden imperial (primero griego con Alejandro Magno y luego el imperio Romano). Ello abrió el horizonte de una mentalidad cosmopolita.
 La ética fue la principal preocupación de la filosofía. Proliferaron muchas escuelas éticas, siendo las más importantes el hedonismo y sobre todo el estoicismo. Se acentuó el ideal de felicidad y perfección pero se entendió en forma individualista, desligada del afán de mejorar la sociedad. Por otra parte el valor de la felicidad se fue vaciando de contenido hasta entenderse como el control de los deseos y pasiones, a lo que se consideraba la fuente del dolor, en lugar de la realización personal en la actividad que uno hace propia. No es extraño que el estoicismo se acercase a planteamientos religiosos.

Edad media. Cristianismo.

Durante la edad media la ética es parte del cristianismo. El cristianismo, como el judaísmo del que procede, es una religión de un fuerte contenido moral,- para Hegel era una religión ética-, pero esta vocación moral, basada en el principio del amor fraterno, está subordinada a la meta “extrafilosófica” de la salvación del alma y  de la unión con Dios. Por ello la ética, y toda la filosofía,  se convierte en un instrumento al servicio de la religión y de la teología. Se hace de Dios el fundamento y la justificación de las normas y valores morales, así como el sentido de la realidad y la vida humana.
Los filósofos cristianos destacaron por una parte la condición libre del hombre, por lo que es responsablemente moralmente de sus obras y de sus pensamientos. Enfatizaron especialmente Sto. Tomás de Aquino,  la idea de que la conducta human se ha de regir por la ley moral que es ley natural. Consiste esta en  la ley eterna de Dios que lo gobierna todo impresa en la conciencia humana.

Filosofía moderna.

Se desarrolla la ética como una de las partes esenciales del proceso de secularización de las sociedades modernas. Toda la ética y buena parte de la moral de nuestro tiempo proviene de los planteamientos de la filosofía que cuajaron en buena medida en la ilustración y el romanticismo. Destacaremos dos puntos básicos:
1º La independencia de la ética de la religión, la política y con el tiempo de la ciencia. Esto lleva consigo la idea de que debe buscar la justificación y fundamento de las normas y principios morales a partir de ella misma.
2º Se hace del Sujeto, es decir el hombre como individuo el fundamento de la moralidad. Una corriente, especialmente Kant, concibe al sujeto como razón universal. Los empiristas o Rousseau lo entienden más desde el sentimiento y la sensibilidad.

                                     


 
Filosofía contemporánea.

Partiendo de los supuestos modernos especialmente de la independencia de la ética, se replanteó los fundamentos de la moralidad a partir de la “crisis del sujeto y de la razón”. Es decir el cuestionamiento del sujeto individual como fundamento de la moralidad y del sentido de la vida y la realidad. Esta crisis es un tema que aparece en el último tercio del XIX asociado al auge del  naturalismo (Darwinismo, marxismo), el nihilismo (Schopenhauer, Nietzsche..) e incluso el positivismo (A. Comte, empirismo inglés). En el siglo XX hay muchas tendencias y filosofías que afrontan este hecho. A destacar dos planteamientos y corrientes fundamentales:
1º. Las de origen nihilista que tratan de superar y dejar atrás la ética, es decir su independencia, tratando de explicar los criterios morales como el resultado de instintos, intereses o fuerzas naturales o sociales que imponen su poder, de modo que las ideas y valores morales no sería más que invenciones encubridoras. En esta línea: el vitalismo de Nietzsche, el psicoanálisis de Freud e incluso el marxismo en sus diferentes variantes.
2º. Las que tratan de restaurar el fundamento ético de la moralidad, y la moralidad misma, buscando una alternativa distinta del Sujeto. Así tenemos entre otras la ética de los valores de M. Scheler; la ética del discurso de Habermas que busca el fundamento en el diálogo.
J.P. Sartre ocupa una posición intermedia, al poner por fundamento la libre decisión personal y sobre todo la coherencia con la misma.
 



II.TEORÍAS ÉTICAS.
Las teoría éticas pretenden justificar y fundamentar los postulados y las normas morales, sea en base a principios o sea en base a un bien supremo cuya realización sería vinculante para toda persona.
Hay diferentes tipos de teoría éticas según sean los puntos de vista. Los más destacados son:
1/Formales o materiales. Las formales no proponen ningún bien concreto que haya que realizar, sino que consideran bueno el comportamiento que se hace  según determinados procedimientos. Las materiales proponen un bien concreto, por ejemplo la felicidad.
2/Autónomas o heterónomas. Las autónomas fundan la leyes morales en la conciencia. Las heterónomas en algo exterior a la conciencia, por ejemplo Dios.
3/Naturalistas o axiológicas. Las naturalistas piensan que las ideas morales responden a cualidades naturales observables. Las axiológicas piensan que los contenidos morales son valores ajenos a la realidad natural.
4/ Teleológicas o deontológicas. Las teleológicas proponen fines vinculantes. Las deontológicas solo deberes y normas. Para las primeras el deber deriva del bien, para las deontológicas, el bien se identifica con el deber.
5/Éticas de la intención o de la responsabilidad. Para las primeras basta que la intención con la que obramos sea buena para que seamos buenos, para las segundas hace falta además que las consecuencias prácticas previsibles de nuestros actos sean buenas.

También hay otros criterios: cognitivas/ no cognitivas; idealistas/ pragmáticas; racionalistas/ intuicionistas..etc
Las principales teorías éticas participan de diferentes tipos de teorías, pero tienen un contenido particular que hay que conocer en concreto. Por ejemplo la ética de Kant sería formal, autónoma, deontológica, de la intención...etc.

Para simplificar se explican las teoría ética agrupándolas en materiales o  formales. Las materiales se distinguen en las eudaimonistas (o felicitarias) , o la éticas de los valores. Las formales son sobre todo la ética de Kant o la ética del discurso.
En general, pero con muchas excepciones, las éticas materiales son teleológicas, heterónomas,  Las éticas formales suelen ser autónomas y deontológicas..etc


1.-ÉTICAS MATERIALES
1..1.-ÉTICAS EUDEMONISTAS.

A. Aristóteles.
Fue el primer filósofo que elaboró una teoría ética sistemática. Discípulo de Platón, presentó sin embargo una alternativa a aspectos fundamentales de su maestro.
Platón, radicalizando a Sócrates, sostenía que el sentido de la vida humana consistía en desarrollar y cultivar nuestro espíritu tomando como modelo el bien y todas las ideas o valores que son eternos y gobiernan el mundo. Para ello debemos dominar nuestra parte sensible y ordenar la vida con las virtudes como la prudencia, la fortaleza, la templanza y la justicia, que nos hacen más puros y perfectos espiritualmente. Sin embargo el ideal de la perfección es inalcanzable en esta vida y esta se convierte en una preparación para la otra vida inmortal.
Aristóteles asumió los motivos profundos de este planteamiento, pero centró su preocupación en el bien posible en esta vida. Sostiene una ética eudaimonista basada en la naturaleza racional del hombre. Su ética es parte de su concepción general de la naturaleza. Ésta obedece a un plan inteligente por el que está ordenada hacia la máxima perfección. Las diferentes especies vienen a ser los órganos del organismo total que todo lo envuelve que es la naturaleza.. La naturaleza o esencia de cada especie coincide con la función que tiene en la perpetuación de la naturaleza en su conjunto. La vida humana es parte de la naturaleza y se rige como toda esta por los fines que son conformes a la esencia o forma de ser del hombre que lo distingue del resto de animales y seres vivos.
A diferencia de todos los demás seres vivos sólo el hombre puede elegir y decidir sobre su vida y hacer la vida por sí mismo. Por ello sólo en relación con el hombre tiene sentido preguntarse en qué consiste vivir bien o vivir mal, tema de la ética por excelencia.
Aristóteles parte de que el mayor bien de la vida es la felicidad, por lo que la ética trata de aclarar en que consiste la felicidad y cuales son las condiciones de una vida feliz.  La idea de Aristóteles es que sólo seremos felices si nuestra vida es buena y si somos buenos. ¿Pero en qué consiste esto?.
¿En qué consiste en primer lugar vivir?
Entre los muchos aspectos de la vida lo decisivo es la actividad por la que llevamos a la práctica nuestros fines y metas. Vivir es un quehacer  dirigido a un determinado fin y meta que nos proponemos. Una vida buena será por tanto la que tenga como fin metas buenas y sobre todo que tenga una actividad que permita realizarlas. Al desarrollar la actividad que nos es propia el hombre se realiza a sí mismo, no solo realizamos ciertas metas sino que nos hacemos a nosotros mismos.
Pero es obvio que cada hombre tiene sus fines y por tanto su actividad característica. Dice Aristóteles que todos coincidimos en buscar la felicidad, por lo que la felicidad es el fin común al que todos aspiramos, cualquiera que sea la meta concreta en nuestra vida. La felicidad es el fin de toda actividad humana, pero no por ser un fin especial sino porque es la manera de ser  de quien hace bien las cosas. La felicidad consiste ante todo en autorrealizarnos, hacernos a nosotros mismos de acuerdo con nuestros fines.
¿En qué consiste la felicidad como seres humanos?
Hay que distinguir entre el contenido concreto de la felicidad de cada persona, y  las características generales de la felicidad comunes a todos los seres humanos. Éstas dependen de la naturaleza humana como ser racional. Toda vida humana  sólo puede ser plena, es decir feliz, si  se atiene a la razón, si obramos y desarrollamos nuestras actividades de forma racional. Por eso dice Aristóteles que la felicidad consiste en “actuar  conforme a la razón” . De acuerdo con ello la felicidad del hombre es su autorrealización como ser racional.
La vida buena depende pues de nuestra forma de ser, de la capacidad interior de dirigir nuestra vida hacia lo mejor. Por eso entiende que una vida racional es fundamentalmente una vida virtuosa, por lo que la felicidad consiste en  “la actividad conforme a la virtud” La virtud es a fin de cuentas un hábito de hacer el bien. ¿Pero como entender esto? La virtud (areté) significa en griego “excelencia”; Aristóteles lo entiende en el sentido de que virtud es la competencia para desarrollar adecuadamente nuestra actividad, para hacer bien lo que llevamos entre manos. Esa competencia sólo puede ser eficaz si forma parte de nuestra personalidad como un hábito indisociable de nosotros mismos, a modo de una “segunda naturaleza”.. No tenemos la virtud  por naturaleza sino por aprendizaje y  por  experiencia. Por ello el hombre sólo puede ser virtuoso aprendiendo de la experiencia con la voluntad de ser mejor.
Cada actividad humana tiene sus virtudes características. Hay virtudes intelectuales, las competencias para aprender y conocer, y virtudes morales que tienen que ver con nuestra vida social: la solidaridad, la justicia, la amabilidad, la urbanidad, la sinceridad, etc..etc. Todas estas virtudes tienen en común que son un término medio entre el exceso y el defecto. Por ejemplo la valentía es un termino medio entre la temeridad y la cobardía. Pero la felicidad está relacionada especialmente con el desarrollo de la virtud de la prudencia. Esta es una virtud intelectual pero con trascendencia decisiva en la vida práctica y moral. La prudencia es  el conocimiento de los fines que nos convienen y sobre todo de los medios para conseguirlos. Se trata en el fondo del saber práctico  por excelencia, dirigido a conocernos a nosotros mismos y del mundo al que pertenecemos, para orientar  eficazmente nuestra vida y para tomar las decisiones adecuadas. Ese conocimiento no se basa en la teoría, como la ciencia, sino en aprender de nosotros mismos y de los demás, estar abierto a la experiencia ya reconocer nuestros errores y como decía Sócrates a ser conscientes de nuestra ignorancia. La prudencia nos permite “estar centrados” y preferir siempre lo justo a lo injusto, lo conveniente a lo perjudicial. Como este conocimiento afecta a todas las actividades y facetas de nuestra vida, es sin duda la base de todas la demás virtudes y por tanto la base de la felicidad.
¿Pero existe alguna forma de vida superior a las demás y auténticamente feliz?
Aunque todos tengamos fines personales y podamos ser felices, es decir autorrealizarnos, de diferentes formas, tenemos en común que somos seres racionales. Esto nos distingue de los demás animales. La verdadera felicidad consistirá, desde este punto de vista, en autorrealizarnos como seres racionales. La razón según Aristóteles es la parte divina del hombre, aquello que nos iguala a la divinidad. Como el fin propio de la actividad racional  es el conocimiento y la comprensión del mundo, la búsqueda incansable de la verdad, la felicidad completa será el logro de la sabiduría,  el conocimiento perfecto del universo y de nosotros mismos.
Somos sin embargo, como seres naturales y sensibles, además de racionales, seres mortales. La perfecta sabiduría resulta para nosotros inalcanzable. Es un ideal al que debemos aspirar acercándonos lo más posible. En este sentido dice Aristóteles que la mayor perfección que está a nuestro alcance como seres mortales es la filosofía, en cuanto aspiración incansable a la verdad. Por ello el modelo humano de perfección y de felicidad sería el filósofo, el hombre entregado a la sabiduría, por ella misma.
Conclusión: Aristóteles sostiene una ética que tiene diferentes aspectos algunos paradójicos entres sí. Tenemos así que es:
-eudaimonista, pues hace de la felicidad el principal valor.
-realista y pragmático, pues cifra la felicidad y el bienestar humano en lo que podemos adquirir con nuestro esfuerzo, de acuerdo con las circunstancias concretas.
-idealista, pues a la manera de Platón, propone un ideal como modelo para todos los seres humanos.

B. Hedonismo.
Es la ética ideada por Epicuro y debe su nombre a que “hedoné” significa placer. Pretende también la felicidad, pero a diferencia de Platón y Aristóteles hacen abstracción del ideal de la perfección de la polis, ámbito donde debería ser el hombre feliz. En lugar de ello tienen una concepción individualista de la ética y del hombre.
Sostienen también que el valor más importante de la vida es la felicidad y que esta constituye el mejor  fin que cabe perseguir.
¿Pero en que puede consistir la felicidad?.
De acuerdo con su filosofía materialista y atomista los epicúreos piensan que todo se be al ciego azar y que contrariamente a lo que pensaba Aristóteles niegan que el universo esté ordenado hacia  la perfección y que nuestra naturaleza esté ordenada a fines propios que hayamos de perseguir con nuestra actividad.  La única referencia a tener en cuenta para nuestra vida es lo que nos da placer y lo que nos da dolor,  para evitar esto último y buscar lo primero. En principio la vida feliz será la más placentera posible.
¿Pero son todos los placeres iguales?, ¿Cómo distinguir los mejores placeres de los peores?.
La experiencia nos demuestra sin embargo que no todos los placeres valen lo mismo.  Es preciso para ser feliz saber discriminar y distinguir los verdaderos placeres de los aparentes, los mejores de los peores, empleando adecuadamente para ello la inteligencia y la prudencia. Serán placeres superiores los que sean más duraderos y nos den más autonomía personal, inferiores los que nos hagan más dependientes y se consuman fácilmente necesitando renovarse sin fin.  Lo más inteligente y sensato es procurar los placeres más duraderos que son los espirituales, como la sabiduría, el conocimiento, la amistad...etc. Estos en efecto dependen de nosotros, de nuestra preparación y formación, y no de cosas externas que la fortuna nos ofrezca. En este sentido los placeres momentáneos, normalmente los placeres materiales y sensibles,  además de pasajeros son más frustrantes, pues se consumen nada más gozarse y se han de renovar una y otra vez, mientras que su perdida o la frustración de su logro acarrea más dolor.  Siempre será preferible evitar lo momentáneamente placentero si acarrea más dolor, y buscar los placeres menos expuestos a derivar en dolor, aunque en el momento sean menos intensos desde un punto de vista material.
¿Cuál es la principal virtud ética para ser felices?
Por otra parte debemos distinguir inteligentemente los deseos naturales y necesarios de los que no son naturales ni necesarios. Seremos felices si adecuamos nuestros deseos a lo que naturaleza permite y sabemos conformarnos con los placeres que están a nuestro alcance, es más feliz quien menos necesita.
El verdadero sabio no es el que conoce muchas cosas de la naturaleza, sino el que sabe regular su vida y sus deseos,  busca lo que proporciona un disfrute mas duradero y evita  lo que conduce a mas dolor. La capacidad de mantener el control de sí mismo y de los deseos para cuidar de lo natural y necesario, fuente del verdadero placer,  es la imperturbabilidad (ataraxia), virtud ética por excelencia. Imperturbable es el que no se deja llevar por lo innecesario y artificial, ni por falsos temores e ilusiones. La sabiduría y la comprensión inteligente de la realidad permiten suprimir las fuentes de dolor espiritual que son el temor a los dioses, el temor al futuro y al más allá y el temor a la muerte, al mostrar la falta de fundamento de estos temores.
También piensa como Aristóteles que la meta ideal del hombre de acuerdo con nuestra naturaleza racional es la sabiduría, de modo que el sabio es tipo humano ideal, siempre y cuando éste disfrute de la sabiduría junto con otros placeres como la amistad y la benevolencia.
 
 

D. El utilitarismo.
Es una ética surgida y arraigada sobre todo en Inglaterra en los siglos XVIII y XIX. Asume los presupuestos hedonistas, según el que el principal valor es el placer y la felicidad es placer, pero no comparten el individualismo epicúreo y adaptan su ética a los ideales liberales y filantrópicos del siglo XIX.
Es cierto, piensan en general, que el hombre es egoísta, pero en la misma medida no puede prescindir de vivir en sociedad, de modo que difícilmente se puede ser feliz individualmente si la mayor parte de la gente que forma la sociedad no es también feliz. Se trata de admitir que la felicidad individual  es indisociable en lo fundamental de la felicidad de todos o al menos de la mayoría. Por tanto proclaman como principal valor “la máxima felicidad posible para el mayor numero posible de personas” (J. Bentham.) El hombre, como ser social que es, se inclina de forma natural a este fin en virtud de los  sentimientos altruistas de simpatía y filantropía (amor a la humanidad) que atemperan nuestro egoísmo. El seguimiento de estos sentimientos nos ayuda a buscar la felicidad  común.
Esta ética se denomina utilitarista porque hace del principio de utilidad  el principal valor ético. En palabras de J. Bentham la utilidad no es otra cosa que “la propiedad de cualquier objeto de producir beneficio, ventaja, placer o felicidad.” . De acuerdo don el criterio inicial será útil aquello que contribuye a “la mayor felicidad de los más”. Ahora bien ¿cómo aclarar y decidir lo que es útil?. Nos guiamos, al igual que pensaban los hedonistas, por los sentimientos o estados de placer y dolor que las cosas nos producen. Pero como se trata de que esto abarque a todos o a una buena mayoría, la única forma de saber lo que place o disgusta a la mayoría es la alabanza o vituperio y censura que merecen las cosas y las normas. Se considerará así útil, y por tanto bueno, lo que suscita la alabanza social, se considerará malo, lo que se vitupere y censure

1.2.ÉTICAS NO EUDAIMONISTAS.

 Ética de los valores. (M.Scheler).

Es una de las éticas más influyentes del siglo XX, que surge del  movimiento fenomenológico. Su principal representante es M. Scheler.
Se denomina así porque frente al formalismo propone unos contenidos, que son los valores. Se trata de que nos atengamos en nuestra conducta a un orden de valores, pero sobre todo de que como personas nos tratemos como depositarios de valor.
 ¿Qué son los valores?. Partimos de que no son hechos, cosas ni siquiera bienes. Las cosas sin embargo pueden ser valiosas y tienen su valor, en cuyo caso son bienes. Pero el valor (por ejemplo lo justo, lo bello, lo útil, lo noble..etc) es en cierto modo independiente de las cosas: es la cualidad que las hace apreciables y meritorias.
Para Scheler los  valores son objetivos, no dependen ni de nuestra opinión ni de la forma como apreciamos las cosas. El valor es algo digno de ser apreciado, pero no es valor por ser apreciado.
Se sigue que los valores son intemporales y no cambian. Es decir no dependen de los puntos de vista históricos o de la marcha de las cosas. Sin embargo esto no tiene nada que ver con el hecho de que cada época, civilización y cultura tenga sus propios valores..
El conocimiento de los valores es distinto del conocimiento de los hechos naturales y también de las leyes lógicas y matemáticas. La aportación más importante de Scheler es la idea que los valores se conocen por intuición sentimental..Mientras las leyes de la naturaleza o las propiedades físicas  de las cosas se conocen por medio de la razón y de la observación, y las relaciones lógicas sólo por la razón, tenemos que lo bello, lo justo, lo agradable, lo útil...etc lo conocemos por un sentimiento intuitivo que, aunque no sea racional, no es menos evidente y comunicable.
Scheler distingue entre diferentes tipos de valores y su correspondiente tipo humano
-          sensibles (alegría-pena, placer-dolor------------------------------------- El “vividor”
-          civilizatorios (útil-perjudicial)-------------------------------------------------El “técnico”
-          vitales (noble-vulgar)-----------------------------------------------------------El “héroe”
-          culturales o espirituales: a)estéticos (bello-feo)-------------------------El “artista”
  b)ético jurídicos (justo-injusto)------------- El “legislador”
                                     c)especulativos (verdad-falsedad)-------- El “sabio”
-          religiosos (sagrado-profano)------------------------------------------------- El “santo”

Estos valores están ordenados y jerarquizados de menos a más. Cada valor tiene a su vez su contravalor.
Por su parte los valores morales no tienen contenido propio, sino que consisten en “la realización delos demás valores”. Es decir es bueno quien es  alegre, útil, justo, en suma aquel que prefiere cada valor a su contravalor, y sobre todo se atiene al orden entre los valores, prefiriendo lo más valioso a lo menos valioso, los valores superiores a los inferiores.

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2.ÉTICAS FORMALES 
A. Estoicismo.
Aunque se insertan en la tradición griega y son la expresión más elaborada de la ética griega ocupan una posición intermedia entre las éticas materiales y formales.
Según su filosofía el universo, la naturaleza, esta rigurosamente gobernado por un orden necesario que todo lo abarca y determina, al que consideran el Logos (razón) universal. El Logos  no está fuera del universo sino es parte indisociable del mismo, pero tiene un carácter estrictamente espiritual. El alma humana es la parte racional proveniente del Logos. Mientras vivimos está separada, pero vuelve al morir, al Logos universal, si se ha preparado adecuadamente en vida.
1.-La felicidad es la armonía con la naturaleza siendo dueños de nosotros mismos.
Nuestra vida es una sucesión de hechos, y como cualquier hecho natural esta determinada necesariamente por las leyes del universo. Todo lo que hemos de hacer esta determinado fatalmente.
Pero como aparte del universo que somos cuyo destino es retornar al origen divino del que formamos parte, el fin del hombre es vivir en armonía con la naturaleza, esa será su verdadera felicidad. Esto hay que entenderlo de la siguiente manera:
Si bien no podemos decidir sobre el orden de las cosas y del universo exterior, está en nuestras manos decidir sobre nuestra vida interior: nuestros deseos, apetitos, emociones, sentimientos..etc. Si ignoramos el orden de la naturaleza y las causas de lo que nos sucede, es fácil que todo nos afecte negativamente, que tengamos deseos imposibles,  esperanzas vanas, temores inútiles...porque cuando no conocemos siempre esperamos  más de lo que podemos o tememos por encima de lo que nos puede dañar. De lo que se trata entonces es evitar los sentimientos y emociones dolorosos, haciéndonos realistas y ser en definitiva ser dueños de nosotros mismos, es decir de nuestra mente y voluntad, ya que no podemos serlo del mundo exterior.
2.-La serenidad es la virtud del sabio.
Será más feliz aquel que no se deje dominar por el mundo externo, es decir las pasiones y afectos que nos producen las cosas y nos atan a ellas. Hemos de convencernos que, sintamos lo que sintamos, todo sigue su curso al margen de nosotros y lo pertinente es adaptarnos, poniendo en sintonía nuestros deseos con el orden natural de las cosas. Esto es “tomarse las cosas con filosofía”. Tal capacidad de superar los afectos y las pasiones que nos esclavizan a las cosas externas constituye la virtud de la serenidad (apatheia), principal virtud ética y piedra de toque que distingue el verdadero del falso sabio. En definitiva una vida serena nos prepara para retornar al alma del universo de donde, según creen, procedemos.
Aclaración: la ética estoica es en parte material y eudaimonista porque plantea como fin la búsqueda de la felicidad. Pero es formal porque no le da a la felicidad contenido concreto sino el dominio de nuestras pasiones y afectos.


B./ Kant.
Las éticas materiales  se equivocan, según Kant, al proponer como bien supremo un fin de terminado (la felicidad, la armonía con la naturaleza, la sabiduría, Dios..etc). La razón de ello es que los fines humanos son subjetivos y los hombres podemos discrepar, como de hecho ocurre, sobre los fines y en concreto sobre el contenido de la felicidad. Kant entiende que ésta consiste en la satisfacción de nuestros deseos, pero como estos son siempre subjetivos no tenemos criterio para discriminar lo mejor y lo peor. Pero la razón de fondo por la que el principal valor de la vida no es la felicidad estriba en el hecho de que por encima de ello está la dignidad, la coherencia con nuestra naturaleza de seres libres y racionales. El verdadero valor moral, aquello que nos hace buenos, es la dignidad, vivir dignamente o lo que es lo mismo obrar con humanidad. La ética no ha de preguntarse cómo ser felices, ese es un problema personal, sino en qué consiste vivir con dignidad. La razón es clara: a nadie se nos puede exigir que seamos felices, pero sí que cabe exigirnos que tengamos dignidad y obremos con humanidad. Kant no descarta la importancia de la felicidad para la vida, pero desde el punto de vista ético lo que importa no es como ser felices, sino como ser dignos de ser felices.
¿Pero en que consiste vivir dignamente?, ¿cuándo obramos con humanidad?.
Es un error considerar a una persona buena por sus actos y estos por los preceptos morales o fines establecidos, tal como los hacen las éticas heterónomas y materiales. La razón es que entonces no hacemos las cosas porque sea bueno lo que hacemos sino porque así está establecido que hay que hacerlas. Para Kant sólo vale un criterio formal: somos buenos cuando obramos con buena voluntad, con buena intención, hagamos lo que hagamos. Según él esto coincide con el sentido común, por lo que el bien supremo desde un punto de vista moral sólo puede ser la buena voluntad. Esto es por otra parte lo que permite un ética universal y necesaria, pues todos los hombres podemos obrar con buena voluntad y a todos los hombres se nos puede exigir que obremos con buena voluntad.
¿Pero en que consiste la buena voluntad?.
Para Kant es indudable que obramos con buena voluntad cuando obramos por motivos racionales y no por motivos sensibles. Obrar por motivos sensibles equivale siempre a seguir nuestros deseos y buscar nuestro propio interés y  nuestra conveniencia. Eso no es de por sí malo, salvo cuando choca contra lo que creemos que es bueno de por sí. La razón nos reclama entonces que hagamos lo que creemos que es bueno de por sí y esto es obrar racionalmente. Esto para Kant equivale a obrar por deber y no meramente conforme al deber. Cuando creemos que algo es bueno de por sí sentimos el deber de hacerlo, se nos impone como un deber que brota de nuestra conciencia. Lo racional es obrar por deber, es decir porque es bueno en sí, pero no vale hacerlo sólo conforme al deber, pues entonces sólo pretendemos adecuarnos a lo que es bueno, para conseguir otro fin, sin buscar lo bueno por sí mismo. Por ejemplo ayudar  a un compañero para que luego me ayude.

¿En qué consiste la ley moral? ,¿Qué dice la ley moral?
El deber es la forma como sentimos la ley moral práctica, que para Kant consiste en el Imperativo categórico. Es un mandato interior de hacer algo porque es bueno en sí mismo, porque así debe ser algo, cualesquiera que sean las consecuencias. Se diferencia del imperativo hipotético,  cuando nos damos un mandato de hacer algo para conseguir un determinado fin, por ejemplo comer para alimentarse o decir la verdad para evitar un castigo. El imperativo categórico es un mandato estrictamente racional consistente en “hacer de la máxima de mi conducta (el mandato interior) una ley universal”. Es decir sólo tienen el carácter de ley moral aquellas máximas que en conciencia exigiría a todo el mundo, y esto sólo lo haría para aquellas máximas que crea buenas en sí mismas y no por las consecuencias y los resultados que me procuren personalmente. No hay una lista posible de leyes de este tipo pues el único criterio es la conciencia personal. Ahora bien en esto no cabe ni subjetivismo ni relativismo: me he de exigir cumplir con lo que creo que hay que exigir a todo el mundo. Por ejemplo: ¿habría que exigir a todos que digan la verdad?. Si así lo creo, me debo exigir decir la verdad..
Si consideramos el imperativo categórico desde el punto de vista   de las relaciones con las demás personas, éste equivale a tratar a todo ser humano como un fin en sí y nunca como un medio para mis propios fines, estos es respetar su dignidad como ser humano. Equivale también a seguir la norma que nos daríamos como miembros de una comunidad moral, es decir una comunidad unida por lazos morales y racionales y no por los intereses personales.

¿En qué se fundamenta la ley moral?
Se sigue de lo anterior que la ley moral no tiene por fundamento autoridad o realidad externa a nuestra conciencia, sino nuestra propia razón. En la medida que obedecemos la razón tenemos que la voluntad es autónoma, se da sí misma la ley moral. En el caso de que sigamos algún principio externo (como la sociedad, los padres, dios, los partidos, etc) como fundamento del valor de nuestras normas, la voluntad es heterónoma.
También se sigue de lo anterior la libertad humana. Si la moralidad  se funda en la autonomía de la voluntad (hacemos lo que debemos y no lo que nos interesa) el hombre es capaz de darse la ley moral y de seguirla, por tanto es libre. Sin libertad sería imposible la moralidad.
Pero la libertad es un postulado, no un hecho constatable. Libertad en sentido ético no es hacer lo que se quiera, o lo que a uno le dé la gana, sino cumplir con el deber que creo en conciencia. ¿Ocurre esto en la práctica?, ¿Actuamos de esta manera y no porque nos intereses o apetezca?. No se puede constatar ni demostrar porque no sabemos nunca el verdadero motivo por el que cada uno actúa. Ahora bien todos admitimos que por muy fuertes que sean las inclinaciones y motivos sensibles que nos impulsan a actuar por nuestro interés, siempre podremos seguir lo que nos dicta la razón como nuestro deber. Aunque en la práctica podamos relacionar los motivos que nos llevan a actuar siempre con algún factor externo de carácter sensible, suponemos que cualquiera puede entender racionalmente lo que es bueno en sí y seguirlo consecuentemente. En efecto sino fuéramos capaces de actuar libremente, es decir de obrar por deber, ¿qué sentido tendría que fuéramos capaces de darnos leyes morales?, ¿qué valor tendría la razón para ordenar nuestra vida?.¿En suma cómo seríamos responsables de lo que hacemos?
¿Qué consecuencias tiene la moralidad?
El hombre siendo racional es también un ser finito y limitado. Como seres morales queremos por encima de todo un mundo justo, y esa sería nuestra única felicidad también como seres morales y racionales. Pero nuestra finitud impide que eso sea posible en la tierra. De este hecho Kant extrae dos consecuencias:
La primera es la posibilidad de la inmortalidad y  de la existencia de Dios, como garante en la vida eterna de una comunidad “de santos felices”, pues sólo eso podría colmar la aspiración para la que estamos hechos. Sería demasiado trágico y doloroso vivir  sabiendo que la plenitud a la que estamos llamados como seres racionales fuera imposible.
La segunda es la necesidad de fijar como ideal supremo de la humanidad que esta llegue  a ser una comunidad moral. Aunque esta meta no llegue a realizarse nunca no es una mera utopía pues su persecución, el esfuerzo por lograrla, es  la condición necesaria y la mejor garantía para el progreso moral de la humanidad. La humanidad nunca será perfecta,  pero siempre podrá ser cada vez mejor si tiene fe en los ideales morales y  en la razón.

C.- La ética del discurso (J.Habermas)
Es una renovación reciente de la ética de Kant, a lo que se añade la influencia de la llamada Escuela de Frankfurt.
Se aspira como Kant a una ética universalista y racional, lo que se concreta en el cumplimiento del imperativo categórico (ley moral) y del deber (obrando por deber). Sin embargo a diferencia de Kant piensan que la conciencia subjetiva de cada cual no puede crear la ley moral con la que uno se debe regir. Esto solo lo puede hacer “una comunidad que dialoga”. Tenemos de esta manera que las leyes morales no están determinadas de antemano, se requiere previamente que los individuos posiblemente afectados formen una comunidad y acuerden dialogando el contenido de las leyes morales. Por tanto la ley moral sólo es legítima y valida si resulta de un dialogo a su vez legítimo.
¿Cuáles son entonces los requisitos para que exista esa “comunidad ideal que dialoga”?. Pues que se carezca de represión y que los miembros de la sociedad estén en condiciones de igualdad.
Para que una norma moral acordado sea éticamente válida ha de cumplir según O.Appel dos condiciones: a) que se tengan en cuenta sus consecuencias previsibles para todos los afectados; b) que estas consecuencias puedan ser aceptados por estos sin coacción.
Por tanto no se trata sólo de tener buena voluntad como pensaba Kant sino pensar en las posibles consecuencias de nuestros actos y  asumir la responsabilidad de lo que nos proponemos.
Esta ética también es formal porque deja el tema de la felicidad a cada individuo y se preocupa sólo de que los procedimientos para llegar a un consenso sean correctos.


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